Tercer sector en AL


La Dimensión Económica del Tercer Sector en América Latina

Por Luis Razeto Migliaro


1. Contribución a la crítica y al rescate de la expresión "tercer sector".

El propósito de este trabajo es hacer un aporte a la reflexión sobre el
"tercer sector", con particular referencia a su dimensión económica, y tanto
desde un punto de vista conceptual como en la pespectiva de su constitución
y desarrollo real en América Latina. Para ello son imprescindibles algunas
precisiones conceptuales previas sobre lo que puede entenderse en general
como "tercer sector", una expresión no carente de ambiguedad, compuesta de
dos palabras discutibles, y en todo caso necesitada de elaboración teórica.

Es discutible hablar de un "tercer" sector, como si fuera el último, el
menos importante, el más pequeño, cuando la realidad que se quiere
identificar con esta expresión está constituida por formas de organización
social y económica históricamente anteriores y axiológicamente superiores a
las formas empresariales y estatales que serían constitutivas del primero y
el segundo sector; además, dependiendo de la definición del concepto tal vez
el "tercer" sector sea el más grande en cuanto a la cantidad de personas
participantes, y en una perspectiva de tiempos históricos largos pueda
reconocerse en él uno de los fenómenos organizativos más importantes para el
desarrollo humano y social. Calificarlo de "tercero", no obstante sea éste
un término aparentemente neutro en razón de su naturaleza numérica, es una
operación puramente ideológica porque establece un ordenamiento de la
realidad sin explicitar los criterios con que se hace. Ello queda aún más
patente en el hecho que algunos consideren como "primero" al sector
empresarial o al mercado y otros al sector público o al Estado. Hablar de
"tercer" sector tiene, además, resonancias que podrían asociarlo a la
"tercera vía" como concepción política que postula una suerte de proyecto
intermedio entre el capitalismo y el socialismo, una asociación de ideas que
no hace sino aumentar la confusión que genera una expresión de por sí
ambigua e imprecisa.

Por otro lado, resulta discutible hablar de un tercer "sector", porque la
idea de sector alude a una realidad, fenómeno o proceso que se encuentra
separado de otros y respecto de los cuales mantiene una dinámica
independiente. El problema reside en que aquello que más o menos
intuitivamente suele llamarse "tercer sector" incluye empresas y entidades
políticas, y de hecho es parte integrante tanto del mercado como del Estado.
En efecto, el espacio del mercado y del Estado en cuanto instancias
articuladoras de la vida social a nivel económico y a nivel político, no es
otro que la sociedad misma en toda su extensión. Del mismo modo puede
decirse que también el "tercer sector" se extiende por toda la sociedad, en
cuanto en alguna medida todas las personas forman parte de la sociedad
civil, porque todo individuo es integrante de familias, comunidades y
organizaciones intermedias, todas las personas tienen necesidades de
participación y convivialidad que satisfacer, y en su actuar ponen de
manifiesto cierta ética y algunos valores de cooperación y solidaridad. La
distinción entre Estado, mercado y sociedad civil es una distinción
solamente analítica, y sus referentes empíricos no constituyen lo que parece
quererse identificar al hablar de "tres sectores".

Ahora bien, estando conscientes de su imprecisión y ambiguedad debemos
reconocer que la expresión "tercer sector" ha tenido cierto éxito y está en
curso de afirmación cultural y social. Este relativo éxito no es
independiente del carácter ideológico de la expresión; al contrario, parece
ser este mismo carácter ideológico el que sustenta su difusión y aceptación,
especialmente en un contexto en que faltan y muchos resienten la ausencia de
alternativas de cambio y de proyectos sociales nuevos. Nada de extraño hay
en ello, si consideramos que suelen ser más bien los conceptos rigurosamente
científicos los que encuentran mayores dificultades para afirmarse
socialmente.

Por otro lado, el hecho de que el carácter ideológico de la expresión
"tercer sector" se encuentre oculta en su aparente neutralidad matemática y
en la ausencia de cualquier explícita afirmación de valores y contenidos
fuertes que comprometan, lo hace especialmente aceptable en un ambiente
cultural y político en que las grandes propuestas revolucionarias y
totalizantes han caído en el descrédito, y en que por ello tienden a
predominar las definiciones light, que no establecen deslindes nítidos entre
lo que está dentro y lo que se queda fuera, entre lo que la expresión
incluye y lo que excluye. Por lo demás, el mismo hecho de autodefinirse
"tercero" y "sector", junto a dar a quienes lo buscan un cierto aunque
indefinido y tímido sentido de identidad, alternativa y novedad, es muy
aceptable para quienes se ponen fuera de él, no lo comparten o abiertamente
lo obstaculizan. En efecto, lo que es "tercero" por autodefinición no parece
constituir una amenaza seria, y lo que es desde un principio "sector" no
parece tener capacidad ni fuerza para incidir sobre el todo, y ni siquiera
sobre lo central o más importante.

Hecha esta crítica dura, ¿tiene sentido continuar hablando del "tercer
sector", y sobre todo, tiene sentido convocar a muchas personas y
organizaciones a identificarse con él y a discutir sobre lo que sea o pueda
o no llegar a ser en el futuro? ¿No sería más apropiado sugerir que lisa y
llanamente abandonemos la expresión y busquemos otra mejor que la sustituya?
Aunque parezca descortés en esta sede, la pregunta es legítima y seguramente
muchos de los presentes se la han planteado. Pero la respuesta puede ser muy
distinta a la que pareciera desprenderse de la crítica efectuada. En efecto,
una reflexión más profunda sobre el tema puede llevarnos en una muy distinta
dirección, y concretamente a valorar decididamente lo que parece invalidado
por la crítica, y a rescatar lo que parece hundirse.

Una razón que puede ser algo mezquina pero no por ello carecer de validez,
es utilizar la expresión "tercer sector" precisamente porque es fácilmente
acogida en el contexto de la actual cultura que torna escasamente convocante
las definiciones ideológicas más fuertes y más decididas valóricamente. Pero
aceptar sin más este motivo pragmático presenta el problema de que su
validez depende de que la expresión "tercer sector" continúe en su actual
estado de indefinición. Además, mediante una convocatoria en torno a
contenidos tan débilmente definidos no parece poderse articular alguna
realidad social que pueda aspirar a una mayor significación histórica y
política.

El hecho es que la expresión "tercer sector" requiere algún grado de
precisión conceptual y contenidos específicos que le otorguen una más clara
identidad y mayor fuerza proyectual. Esto no puede obviarse si se espera que
la expresión tenga un sentido unívoco que permita incorporarla a un discurso
o texto racional, y sobre todo si se quiere que suscite algún sentido de
identidad y pertenencia por parte de actores, sujetos y organizaciones
sociales.

Ahora bien, como la expresión "tercer sector" en sí misma no dice casi nada,
es preciso atribuirle un contenido, lo cual constituye una operación
exquisitamente ideológica. Tal atribución de contenido, en efecto, no puede
ser sino efecto de una voluntad política, resultado de un acto o proceso de
afirmación de una identidad compartida, que sólo pueden realizar quienes por
algún motivo u otro se sienten convocados a participar en esta búsqueda y a
integrarse a la configuración social en formación que adopta ese nombre.

Cabe señalar la extraordinaria importancia que tiene este proceso de
atribución de contenidos que conduce a la definición de la identidad del
"tercer sector". En efecto, de ello dependen: a) qué actores y sujetos
sociales puedan ser y sentirse parte de él; b) cuál sea la naturaleza de su
accionar, en los ámbitos cultural, social, político y económico; y c) qué
tipo de proyecto histórico pueda emerger a partir de él. En realidad, el
proceso de definición del "tercer sector", efectuado por los propios sujetos
que se sienten convocados a participar en él, será el momento fundante y
constitutivo de su propia realidad social, un proceso de autoconciencia y
voluntad colectiva que definirá su destino histórico.

En esta dirección, la primera opción que hay que hacer consiste en delimitar
los ámbitos de acción y organización que lo integren. Al respecto, una
alternativa sería definir el "tercer sector" desde el espacio de lo
específicamente económico, y en tal sentido incluiría exclusivamente
organizaciones que operan en el terreno de la producción, la distribución,
las finanzas, el consumo, etc. Una segunda alternativa sería definir el
"tercer sector" en términos más amplios de modo que incluya los espacios de
lo social, lo cultural, lo económico y lo político, y en tal sentido podrían
considerarse pertenecientes a él todo tipo de organizaciones sociales,
comunitarias, económicas, deportivas, culturales, recreativas, informáticas,
políticas, religiosas, educacionales, universitarias, etc. Una tercera
alternativa consistiría en hacer un corte de otro tipo, estableciendo la
identidad del "tercer sector" en el marco delimitado por la noción de
"sociedad civil", de modo que incluya los mencionados tipos de organización
pero excluyendo explícitamente aquellas de naturaleza política que operan en
directa relación con el poder público, tales como los partidos y movimientos
políticos, los entes municipales, etc.

Como hemos dicho y resulta evidente, se trata de una opción de carácter
ideológico, en el buen sentido de esta palabra, esto es, como expresión de
ideas y valores que buscan traducirse en realidad mediante la acción de
sujetos sociales. Porque la expresión "tercer sector" convoca a construir
una realidad social a partir de múltiples experiencias y organizaciones que
buscan definir una identidad colectiva y a partir de ella elaborar un
proyecto común. Ahora bien, tal opción no es de aquellas que pueden hacerse
de una sola vez y para siempre, porque la construcción de una identidad
social es un proceso largo y complejo, que se va constituyendo a través de
múltiples y variadas ocasiones de encuentro y debate, de muchas
elaboraciones conceptuales, de innumerables reuniones y conversaciones, de
diferentes vínculos que se van estableciendo entre personas, organizaciones
y redes, de muy distintos tipos de actividades y experiencias, de diversas
investigaciones, publicaciones, revistas, audiovisuales, etc. Este mismo
Encuentro es un momento del proceso.

Como en estas diferentes actividades de hecho participan personas y
organizaciones de los más diversos tipos y ámbitos -económicas, sociales,
culturales, recreativas, políticas, etc.-, y como ningún grupo o subconjunto
particular de ellas puede declararse dueña de la expresión "tercer sector",
lo más probable es que tienda a prevalecer en el tiempo alguna de las
opciones que lo definen en sentido amplio.

Ahora bien, lo que entendamos por "tercer sector" no queda definido
solamente por los ámbitos económico, social, cultural y político en que
surjan organizaciones y experiencias sociales, sino también por la
identificación de ciertas características, orientaciones, objetivos, formas
de ser, etc. de esas diferentes organizaciones. Porque no toda organización
económica, como no cualquier organización social, política o cultural, será
reconocible como formando parte del "tercer sector". Si la expresión quiere
tener un sentido, será necesario ir precisando algún conjunto de rasgos y
cualidades que deben compartir dichas organizaciones y experiencias.

Nuevamente, las alternativas son múltiples. Una primera alternativa consiste
en delimitar el "tercer sector" en sentido fuerte, por un estricto conjunto
de características y cualidades que deban tener las organizaciones que se
considere formen parte del mismo. En este sentido podría exigirse, por
ejemplo, que han de ser experiencias asociativas, de base popular, sin fines
de lucro o "non profit", no jerárquicas y organizadas de modo horizontal,
provistas de un definido proyecto "alternativo" y de cambio social,
ecológicas, independientes y no adscritas a ningún partido político o fe
religiosa, etc. Por cierto, no serán muchas las entidades que cumplan todos
estos requisitos, pero la identidad así demarcada será tan precisa
internamente como excluyente hacia afuera. Una segunda alternativa, más
amplia que la anterior, sería definir uno sólo de estos criterios o
cualidades como base de identidad, sin importar que en todos los otros
adopten las formas o características más variadas. En este sentido el
"tercer sector" estaría constituido por aquellas organizaciones que
comparten aquél criterio, característica o cualidad definida como la
esencial, sin que se les exijan otras de las características señaladas
antes. Por ejemplo, sólo las experiencias asociativas, pero todas ellas, o
sólo las organizaciones "non profit", pero todas ellas aunque no sean de
base popular, ni ecologistas, ni políticamente independientes, etc. Una
tercera alternativa, la más amplia y que es también la de identidad más
débil, sería considerar el "tercer sector" constituido por cualquier
experiencia y organización que comparta al menos uno entre una serie de
criterios, cualidades y características que definen el sector como un todo,
pudiendo en consecuencia ser parte de él organizaciones de muy variados
tipos y características, que se incluyen en el sector ya sea por una o por
otra cualidad.

También a este respecto la definición de identidad es el resultado de una
opción, del mismo tipo que la anterior, esto es, de naturaleza ideológica y
que se va configurando a través de un proceso de participación y
decantación. Y por las mismas razones que respecto a la cuestión de los
ámbitos de actividad, lo más probable es que también respecto a esta segunda
opción tienda a prevalecer la más amplia entre las señaladas alternativas de
definición de identidad.

Ahora bien, la amplitud respecto a la primera opción asociada a la amplitud
respecto a la segunda, define un marco de identidad del "tercer sector" tan
vasto que en él tienen cabida prácticamente todos los tipos y formas de
organización social, cualquiera sea la naturaleza de su iniciativa y
experiencia. Esto puede parecer extraordinariamente amorfo, vago y
impreciso, y considerarse abiertamente insuficiente como definición de
identidad precisamente porque casi no define ni identifica. Y conlleva una
objeción obvia: ¿tiene sentido una definición que casi no define, una
identidad que casi no identifica, un "sector" en que pueden participar casi
todos?

La respuesta afirmativa que propongo surge de mirar la cuestión desde un
punto de vista que permite observar que es esa misma amplitud la que hace
rescatable y otorga validez a la expresión "tercer sector", que empezamos
criticando por su indefinición, su carencia de contenidos y su naturaleza
light. La expresión "tercer sector" tiene ya sentido, en efecto, muy claro y
paradójicamente preciso, exactamente porque siendo imprecisa y no decir casi
nada, puede convocar casi a todos. En ello hay ya un mérito innegable. Pero
no es sólo esto, que sería demasiado poco. Otro mérito y valor específico
que surge del carácter inicialmente indeterminado de la expresión "tercer
sector", es que con ella no se convoca a integrarse a alguna forma de
organización preestablecida y rígida, a un determinado proyecto ideológico
predefinido por una persona o grupo iluminado particular, sino a un proceso
participativo de búsqueda de alternativas, de definición y construcción de
una identidad compartida, de elaboración de un proyecto nuevo.

Pero ¿cómo puede llegarse, o esperar que se llegue a una definición de
identidad y proyecto compartidos, a partir de una convocatoria socialmente
tan amplia y que no predefine ni explicita contenidos previos? La razón es
que, simplemente, en el curso de un proceso de autoidentificación como el
indicado se verificará naturalmente un doble fenómeno: de incorporación y
participación de experiencias y organizaciones por un lado, y de decantación
y autoexclusión por el otro. Incorporación e inclusión de los que van
coincidiendo con las definiciones y opciones que se adoptan, y exclusión de
los que no se interesan por ellas o no las comparten.

Puede decirse que en el proceso de autoidentificación del "tercer sector" se
irá dando una dialéctica o un juego entre dos elementos que caracterizan a
todo proceso de constitución social de sujetos e identidades compartidas, a
saber, la voluntad de pertenecer y participar en la construcción común, y la
progresiva definición ideológica y cultural que al irse consensuando entre
los participantes va delimitando su identidad. Porque toda definición y toda
identidad, es al mismo tiempo un factor de integración y de exclusión. Pero
como en este caso no hay un elemento de poder y autoridad que determine a
quienes se incluye y a quienes se excluye, la definición e identidad del
"tercer sector" será el resultado de las decisiones autónomas de
autoinclusión y autoexclusión que vayan efectuando las personas y
organizaciones de los distintos tipos.

Se hace patente así, de un modo paradójico, que la expresión "tercer sector"
tiene la potencialidad de adquirir un gran valor y un sentido profundo. Y es
que si bien por su vaguedad y amplitud convoca a casi todos, su tímida
formulación hace que quienes responden de hecho a la convocatoria sean
solamente organizaciones y sujetos interesados realmente en el cambio social
y en la creación de alternativas económicas, sociales, culturales y
políticas. Los poderosos, los que se sientan conformes con el sistema, los
que piensen ser parte de los primeros sectores, o aspiren a integrarse a
ellos, no aceptarán ser invitados a participar en un "tercer" sector que se
presenta a sí mismo como el último, y aún todo por definir, soñar y
construir. Y de todos los que lleguen una vez, aunque sea por curiosidad, a
aceptar una tal convocatoria, permanecerán en el proceso de construcción de
la identidad y del proyecto común, solamente quienes estén dispuestos a
poner su parte, a participar activamente, a pensar y debatir junto a otros,
a realizar una creación colectiva. En este sentido y curiosamente, aunque
abiertamente light, la expresión "tercer sector" no deja de contener un
germen de identificación fuerte. Como en muchas cosas de la vida, podemos
decir que en su debilidad reside su fuerza, así como ocurre también a menudo
que en la excesiva fuerza se esconde la debilidad.

Entender el tercer sector en sentido amplio, y su identidad como un proceso
participativo de definición ideológica de sus contenidos, que sirva para
identificar los sujetos y actores sociales que lo constituyan, no significa
quedarse en la ambiguedad e indeterminación inicial, sino proceder
activamente en el reconocimiento de los que pueden ser sus componentes, en
los diferentes ámbitos de actividad y organización social. En este proceso,
y siguiendo con nuestra línea de argumentación, tal vez lo más interesante
sea el modo en que tal reconocimiento se irá dando.

Se parte de una situación inicial en que el "tercer sector" no está
predefinido y que por eso convoca prácticamente a todas las iniciativas,
experiencias y organizaciones sociales; pero no todas se sienten convocadas,
sino solamente aquellas que tienen la voluntad de autoincluirse en él y de
participar en su proceso de definición. El comienzo del proceso de
definición es, pues, el autoreconocimiento como parte del tercer sector que
efectúa cada una de las entidades que se sienten motivadas a participar;
pero este autoreconocimiento debe buscar y suscitar el reconocimiento de los
otros participantes, de modo que el tercer sector se irá constituyendo
mediante el reconocimiento recíproco entre todos sus participantes.

Esto significa concretamente que cada entidad y tipo de organización que se
proponga participar en el "tercer sector", deberá explicitar por qué se
autoidentifica en él, lo cual implica precisar ante sí misma y ante las
otras que como ella se sienten igualmente convocadas, cuáles sean sus
razones, sus motivos, sus cualidades, sus méritos para autoreconocerse y
aspirar al reconocimiento de los otros participantes. Por ejemplo, una
empresa, o una Universidad que diga ser parte del "tercer sector", tendrá
que dar razón de su pertenencia e identificación con éste explicitando las
características que tenga, sus cualidades, sus proyectos, sus modos de ser
en tales y cuáles aspectos, por los que se autoreconoce y por los que quiere
ser reconocida como parte del "tercer sector".

De este modo, junto con irse precisando los sujetos sociales que lo
integran, se irán delineando los contenidos ideales, valóricos y
proyectuales que definen su identidad. El "tercer sector" se irá
constituyendo y definiendo no autoritariamente, no académicamente, no
siguiendo a alguien que apropiándose de la verdad establezca a priori "que
el tercer sector es esto o aquello y que forman parte de él los que cumplan
tales o cuáles requisitos", sino participativamente, de abajo hacia arriba,
como un proceso de autoconciencia y recíproco reconocimiento y convergencia
en torno a una identidad que se construye entre todos.

Así entendido, el "tercer sector" podría llamarse de cualquier otro modo.
Podría igualmente llamarse "tercer ojo", o "última esperanza", o "sector
solidario". Lo importante no es el nombre sino la fuerza que adquiera el
proceso de su constitución real, fuerza que dependerá exclusivamente de sus
participantes y del valor de sus experiencias. Si estas son válidas,
atractivas, convincentes, motivadoras, el "tercer sector" será válido,
atractivo, convincente, motivador, y serán cada vez más los sujetos y
organizaciones que se sentirán convocados a participar en él, y a hacer
méritos para autoreconocerse y ser reconocidos como participantes de su
identidad en formación y en constante renovación.


2.- Hacia la identificación de los contenidos y sujetos económicos
constituyentes del tercer sector.

Uno de estos ámbitos del "tercer sector" es el de las organizaciones y
actividades económicas. ¿Qué tipo de organizaciones y empresas están
convocadas a participar en él? ¿Es posible establecer de modo no ambiguo
sino con cierta precisión teórica, aquello que identifique y distinga la
realidad o proceso que se pueda identificar como "tercer sector" en la
economía?

Las experiencias que podrían identificarse desde el punto de vista económico
con el "tercer sector", son seguramente aquellas que operan con
racionalidades económicas distintas tanto de las que tienen las empresas
organizadas por el capital y que responden a la lógica de la ganancia y el
lucro individual, como de las unidades económicas organizadas por el Estado
y que responden a una lógica de planificación centralizada. En términos
generales puede preverse que acepten la convocatoria del "tercer sector" las
iniciativas, experiencias y unidades económicas protagonizadas por
asociaciones, comunidades y organizaciones intermedias, y que persiguen
objetivos de cooperación, ayuda mutua y reciprocidad a nivel de sujetos
sociales integrados por acuerdos y compromisos asumidos libre y
conscientemente sobre la base de afinidades objetivas o culturales
particulares. Nuestro "tercer sector" se constituiría entonces, a partir de
una cierta racionalidad económica especial, que funda modos alternativos de
emprender, organizar y gestionar la producción, la distribución, el consumo
y la acumulación.

No es posible en el breve espacio de esta exposición explicitar dicha
racionalidad económica especial. Podemos solamente decir en general, que en
la actualidad ella se funda básicamente en dos factores cuya presencia
económicamente operante da lugar a organizaciones económicas de
características especiales. El primero de estos factores es la solidaridad y
la cooperación, convertidos en fuerzas productivas organizadoras de las
actividades económicas, lo que hemos llamado el "factor C", esto es, la
fuerza creadora, organizativa y eficiente de la voluntad y la conciencia
colectiva, comunitaria o asociativa. El segundo factor es el trabajo humano
en el más amplio sentido, puesto al centro de la organización y por encima
del capital y de los factores materiales y financieros de producción y
distribución. En términos más directos, diremos entonces que en el "tercer
sector" convergerá un conjunto de organizaciones y actividades económicas
muy variadas, pero que tienen en común la presencia activa y central del
trabajo humano y de la solidaridad social, como factores organizadores de la
actividad económica.

¿En qué tipos de organizaciones económicas se manifiesta esta racionalidad
especial, al menos de manera embrionaria pero suficiente para impactar sobre
el modo de organizar y de realizar la actividad económica? Una rápida mirada
panorámica a la realidad nos permitirá comprender que estamos en presencia
de un mundo mucho más amplio, rico y extendido de lo que habitualmente
reconocemos. En efecto, operan poniendo al centro esos dos factores
básicos -y me refiero ahora a América Latina en particular-, al menos las
siguientes realidades y procesos:

Pongamos en primer lugar las cooperativas y empresas autogestionadas, que
son las formas más difundidas de búsqueda y construcción explícita y
consciente de modos alternativos de organización económica, y que se han
desarrollado en el ámbito de la producción, de los servicios, de la
distribución y el consumo, del ahorro y el financiamiento.

Agreguemos luego las "organizaciones económicas populares", formas
asociativas surgidas más o menos espontáneamente en diversos contextos de
marginación y pobreza, que han dado lugar a una gran variedad de grupos de
personas y familias que enfrentan en común problemas de alimentación,
vivienda, desocupación, salud, capacitación y otras carencias, sobre la base
de la autoayuda y la ayuda mutua.

Relacionado con estas organizaciones, podemos considerar también al menos
una parte de la más amplia "economía popular", constituida a menudo de
manera informal, por personas, familias y grupos que buscan su subsistencia
y progreso organizando actividades productivas, comeciales y de servicios al
margen de las empresas y del mercado oficial. Muchos de ellos a menudo
alcanzan viabilidad y espacios de desarrollo organizándose en sindicatos
(por ejemplo de trabajadores independientes, de vendedores ambulantes, de
cartoneros, etc.), en asociaciones gremiales, en ferias libres que han
conquistado espacios públicos para el ejercicio de sus actividades
comerciales.

Asociado con este fenómeno social de dimensiones inmensas en cada país de
América Latina, podemos considerar también la realidad conocida como
microempresas o microemprendimientos. Una parte importante de ellas es de
hecho economía popular fundada en el trabajo, tiene una base de organización
familiar y vecinal, da lugar a procesos de integración de funciones
económicas (por ejemplo, al comercializar en conjunto, al participar en
cooperativas de ahorro y crédito, al constituir asociaciones gremiales que
operan como instancias coordinadoras de actividades conjuntas), y en todo
ello pone de manifiesto también importantes relaciones y valores de
solidaridad y cooperación.

Por cierto, en el mundo campesino existe en toda la región latinoamericana
una extendida realidad de economía fundada en el trabajo, la solidaridad y
la cooperación. La llamada"economía campesina", con sus unidades de base
familiar extendida, sus articulaciones a nivel territorial y comunal, sus
tradicionales formas de reciprocidad para hacer frente a los requerimientos
variables y temporales de fuerza de trabajo, tecnologías, medios de
producción y financiamiento, son sin duda constituyentes potenciales de
nuestro "tercer sector".

También despliegan formas asociativas y de reciprocidad en las relaciones
económicas, varias otras actividades de producción tradicionales, como es el
caso de la pesca artesanal y su organización en "caletas de pescadores", la
minería de pequeña escala realizada por "pirquineros" y otros extractores
asociados, y en muchas ocasiones la artesanía como actividad en que se
especializan pueblos y villorrios que adquieren una identidad por su
dedicación a un rubro determinado: cerámica, trabajo de cuero, tejido,
tallado de madera, trabajo de la piedra, etc.

No podemos dejar de mencionar también numerosas comunidades de pueblos
indígenas, integradas económicamente por una común adscripción y posesión de
la tierra y otros factores de producción, por la utilización comunitaria del
saber hacer tecnológico, y donde las relaciones de reciprocidad son
habituales en la distribución, el consumo y la acumulación, dando lugar a
formas de vida comunitarias altamente integradas.

De más reciente origen, se están desenvolviendo en numerosos pueblos,
villorrios rurales, ciudades de provincia, comunas populares urbanas,
campamentos, etc., un vasto conjunto de iniciativas que integran energías
organizadas de la comunidad, en términos de procesos comnocidos como
programas de desarrollo local.

Existen, además, en toda América Latina, múltiples experiencias asociativas
orientadas por principios de participación y desarrollo de la comunidad,
formadas por mujeres, jóvenes, ancianos, pobladores sin casa, campesinos sin
tierra, etc., que llevando adelante procesos de reivindicación de derechos e
intereses compartidos correspondientes a sus distintas identidades, dan
lugar a organizaciones sociales que de un modo u otro integran recursos y
realizan actividades económicas que benefician a la comunidad local y
territorial. Cabe mencionar también iniciativas asociativas y comunitarias
que se distinguen por hacerse cargo de ciertas preocupaciones sociales que
son enfrentadas mediante la organización de actividades económicas
conjuntas, como es el caso de experiencias de autoconstrucción de viviendas
utilizando tecnologías y materiales alternativos, otros de cultivos
biológicos o de agricultura orgánica, la utilización de fuentes de energía
no contaminantes, el reciclaje de recursos, etc. Podemos decir que la
preocupación ecológica y la protección del medio ambiente están originando
una incipiente búsqueda de una economía ecológica, que encuentra en las
formas económicas fundadas en la solidaridad y el trabajo su expresión más
coherente y natural.

Debe considerarse, en fin, el vasto mundo de las ONGs, u organizaciones
no-gubernamentales de servicio y/o de desarrollo, que se organizan de
maneras autogestionadas conforme a diversas alternativas jurídicas, y que se
distinguen como formas institucionales o empresas "sin fines de lucro", o
con explícitos fines de beneficio social. Muchas de ellas operan como
instancias de apoyo a las formas económicas mencionadas anteriormente, y
juegan un importante papel como organizaciones de financiamiento que
gestionan fondos rotatorios, de comercialización, de asesoría
organizacional, apoyo a la gestión, asistencia técnica y capacitación; otras
tienen fines específicos acotados a necesidades sociales determinadas, y
buscan mejorar la calidad de vida de sus beneficiados. Cabe en este sentido
considerar a las numerosas fundaciones, corporaciones, asociaciones
profesionales, organizaciones de voluntariado, asociaciones culturales, etc.
que canalizan recursos y servicios de varios tipos, incluidos los de estudio
e investigación, que contribuyen de manera significativa a darle identidad y
presencia social, política y cultural a las expresiones económicas surgidas
de la llamada "sociedad civil".

Esta visión panorámica de la multiplicidad de organizaciones que podemos
considerar integrantes potenciales del "tercer sector", nos permite hacernos
una idea de la vigencia, importancia, actualidad y potencialidades de
aquella realidad que nos interesa. Una realidad que, por cierto, aquí se
encuentra representada solamente en una mínima proporción.


3.- Sobre el proceso de constitución del tercer sector.

Esta alusión a la "representación" del sector nos abre a la reflexión de un
tema de la mayor relevancia. Y es que hablar de "sector" en un sentido más
propio y pleno, exigiría que la extendida realidad de organizaciones y
actividades que lo constituyen porque comparten una similar racionalidad
económica especial, se encuentren de algún modo articuladas, integradas,
coordinadas, o sea que tengan una cierta identidad social conocida y asumida
interna y externamente, que posean una voz común que las represente ante la
sociedad, y que incluso estén provistas de un proyecto de desarrollo que
impulsen con algún grado de coherencia.

Y es mirando este aspecto que podemos decir que el que aquí llamamos con
cierta imprecisión y ambiguedad "tercer sector", si bien existe en Chile y
en cada uno de los países latinoamericanos en cuanto son muy numerosas,
extendidas y vastas las organizaciones y actividades que funcionan y operan
con una racionalidad económica fundada en el trabajo y la solidaridad y que
se relacionan en términos de cooperación y reciprocidad, no existe aún, o
sea no se encuentra todavía configurado y constituido como "sector", o sea
como una realidad económica sectorial reconocida como tal, que tenga su
propia identidad y relativa autonomía, y pueda hablar con voz y
representación social propia.

Lo que existen son solamente inicios de un proceso de identificación,
embriones de organización y coordinación a niveles agregados, y gérmenes de
un proyecto aún demasiado abstracto e insuficientemente discutivo y
compartido. Lo que debemos entonces plantearnos, es el modo de pasar de lo
que es todavía una potencialidad a su actualización y configuración, o en
otros términos, en qué consista el proceso constituyente del tercer sector.

Lo primero sería identificar las condiciones o exigencias básicas para la
constitución de un sector en el sentido indicado. Entre ellas cabe
mencionar:

1. El desarrollo de una identidad compartida, común para todas las
experiencias, que permita generar en ellas un sentido de pertenencia al
sector. Tal identidad pienso que no puede sino basarse en la racionalidad
económica especial que las convierte en sujetos de una economía de
solidaridad y trabajo.

2. La conformación de redes horizontales de comunicación, intercambio de
experiencias y proyectación de actividades conjuntas. El desarrollo de
instancias de coordinación, que llegue en el tiempo a generar procedimientos
democráticos y participativos de representación del sector.

3. La creación de un cierto sistema de apoyo, articulado y coordinado en
cierta medida. Al hablar de un "sistema de apoyo" me refiero a que diversas
instituciones no-gubernamentales y públicas interesadas en apoyar el sector,
se coordinen para operar coherentemente en una dirección común,
potenciándose y complementándose en la prestación de sus servicios.

4. La elaboración y puesta en marcha de un proyecto social y económico del
sector, que incluya su presencia y representación a nivel político. La
identidad de un fenómeno social se refuerza cuando de él surge un proyecto
unificador, que oriente su desarrollo en una perspectiva coherente, y que lo
potencia en la medida que el proyecto sea capaz de despertar y poner en
acción las energías indispensables para su realización. Nuestra idea básica
al respecto, es que el proyecto del "tercer sector" consiste, ante todo, en
su propio desarrollo como alternativa económica viable para extensos
sectores de la sociedad; junto a ello, el proyecto implica el despliegue de
sus propias características distintivas, de su particular racionalidad
económica en cuanto fundada en el trabajo y potenciada por relaciones y
valores de solidaridad. El proyecto, más allá de las unidades económicas
mismas, supone también, tal vez, un proceso de configuración de un mercado
especial, no separado del mercado general pero ajeno a sus lógicas de
concentración y exclusión, capaz de contribuir por su sola existencia y
despliegue a un más amplio proceso de democratización del mercado global. En
este sentido el proyecto debiera incluir una propuesta de transformación
social y económica a nivel de la sociedad global, en términos de
democratización del mercado y del Estado.

El proceso constituyente de este "tercer sector" de la economía, se
encuentra -pues- inconcluso, y son muchas las etapas que faltan para su
consolidación. Nuestra impresión es que se han dado ya algunos primeros e
importantes pasos en la dirección de los cuatro puntos señalados; pero éstos
son todavía inseguros y oscilantes. Existe una realidad de base, muy amplia
sin duda, pero a la cual no se ha llegado aún con propuestas y proyectos
integradores y orientadores, salvo en segmentos reducidos, aunque relevantes
por ser los más conscientes.

A nuestro parecer, el conjunto de organizaciones potencialmente
constitutivas del "tercer sector", tienen actualmente tres alternativas, a
saber: a) su estabilización en la marginalidad; b) su inserción subordinada
en el modelo de desarrollo neo-liberal; y c) su autonomía orgánica, en la
dirección constituyente de un sector económico y de un movimiento social.

La estabilización en la marginalidad se verificaría en la medida que las
organizaciones económicas no lograran salir de la precariedad en que operan
muchas de ellas, mantuvieran su recíproco aislamiento y la dispersión de sus
iniciativas, y asumieran dinámicas competitivas que los enclaustren a cada
uno en su propia y absorbente actividad. Esta tendencia se reforzaría si las
instituciones de apoyo continuaran un proceso que en alguna medida se está
manifestando en el último tiempo, de reducción de su presencia y niveles de
actividad, de pérdida de motivaciones ideales, de descompromiso con el mundo
popular, o de reconversión en términos de ser simplemente entidades
ejecutoras de políticas públicas, preocupadas excesivamente de su propia
subsistencia.

La integración subordinada en el modelo de desarrollo imperante, se daría
para una parte de las unidades económicas del sector, quizás la más dinámica
en términos estrictamente económicos pero la menos evolucionada en términos
de conciencia social, si ellas, aprovechando oportunidades de crecimiento en
base a créditos subvencionados y a apoyos del sector público, decidieran
asimilarse a los modos capitalistas de hacer economía, sobre la base del
trabajo asalariado subremunerado. Esta tendencia se reforzaría de continuar
la predominancia de políticas de apoyo -públicas, empresariales y
no-gubernamentales-, orientadas en el sentido de insertar los
microemprendimientos en las dinámicas inherentes al modelo neo-liberal, al
tiempo que las mantienen como clientelas político-sociales dependientes.

Tanto la estabilización en la marginalidad como la integración subordinada,
inhiben y dificultan la conformación de un sector económico autónomo, y
reducen las capacidades de sus unidades económicas de aportar con sus
propios valores y relaciones a la transformación social en sentido
democrático. De no mediar una consistente acción organizativa y de expansión
de la conciencia de su propia identidad y racionalidad, y de sus
potencialidades sociales, es probable que ambas tendencias se desarrollen
paralelamente: la marginalidad, como destino de la parte más pobre y
precaria del sector, y la integración subordinada como perspectiva a la que
puede acceder una pequeña parte del mismo, la más consolidada financiera y
comercialmente. Ello conduciría a una mayor precarización de la parte más
numerosa pero más pobre del sector, que resultaría "descremado" al separarse
del mismo, en su proceso de articulación, las unidades económicas más
sólidas y con mayor capacidad de generar iniciativas.

Ante tales riesgos, es necesario examinar la perspectiva de la autonomía
orgánica, las condiciones que reafirmarían su posibilidad, y las acciones
que favorecerían su realización.

Entendemos por "autonomía orgánica", precisamente la configuración de un
sector económico crecientemente integrado, en el sentido que hemos expuesto.
Estaría conformado por una importante cantidad de unidades económicas que:
a) se desarrollan sobre la base de profundizar sus características
específicas de centralidad del trabajo y la solidaridad; b) se articulan
progresivamente estrechando vínculos económicos (comerciales, financieros,
tecnológicos, de mercado, etc.); c) toman conciencia de su identidad
económico-social en cuanto son portadoras actuales o potenciales de un modo
alternativo de hacer economía; d) se organizan socialmente, dando lugar a un
cierto movimiento social que perfila su presencia en el escenario nacional;
y e) despliegan con creciente conciencia un proyecto de desarrollo propio.

Quisiera detenerme sobre este último punto -el proyecto-, porque revierte
sinérgicamente sobre los anteriores, y especialmente sobre la identidad y la
articulación organizativa. La identidad de un fenómeno social se refuerza
cuando de él surge un proyecto unificador, que oriente su desarrollo en una
perspectiva coherente, y que lo potencia en la medida que el proyecto sea
capaz de despertar y poner en acción la organización y las energías
indispensables para su realización. La necesidad de un proyecto de lo que
hemos convenido en llamar tercer sector, ha sido visualizada en numerosas
ocasiones anteriores de encuentro y reflexión, que aunque no hayan sido
convocadas con la denominación "tercer sector", han contado con la
participación de grupos de organizaciones y personas que serían parte de
éste.

Podemos tal vez resumir las orientaciones básicas en que parecen converger
las reflexiones sobre el tema, señalando que el proyecto consiste, ante
todo, en su propio desarrollo como alternativa económica viable para quienes
se sienten marginados o que no comparten las dinámicas predominantes en la
economía y el mercado actual; junto a ello, el proyecto implicaría el
despliegue de sus propias características distintivas, de su particular
racionalidad económica en cuanto fundadas en el trabajo y potenciadas por
relaciones y valores de solidaridad. El proyecto, más allá de las unidades
económicas mismas, supone también un proceso de configuración de un mercado
especial, no separado del mercado general pero ajeno a sus lógicas de
dominación, capaz de contribuir por su sola existencia y despliegue a un más
amplio proceso de democratización del mercado global.


4.- Algunas propuestas para el desarrollo del sector y su constitución como
movimiento social.

En el estado actual del proceso de formación de lo que aquí llamamos tercer
sector, es necesario pensar, proyectar y realizar ciertas acciones,
instancias y procesos que abran a una fase activa del proceso constituyente.
Señalamos a continuación algunas de ellas, que además de su valor
intrínseco, tienen la cualidad de haber surgido como propuestas y proyectos
en que se encuentran ya empeñadas algunas organizaciones.

a) La conformación de consorcios y otros complejos integrados de empresas
relacionadas, en que los valores, relaciones, comportamientos, racionalidad
y estructuras propias de la economía de solidaridad y trabajo, se
experimenten y vivan con creciente coherencia y convicción. Tales complejos
pueden estar constituido por empresas productivas y de servicios de diversos
rubros, cada una funcionando independientemente pero estrechando vínculos de
complementación y apoyo mutuo, y podrían articularse mediante la operación
de organismos de intermediación financiera y comercial (fondos rotatorios,
comercializadoras, etc. autogestionadas), de capacitación laboral e
innovación tecnológica, que presten servicios no solamente a las empresas
relacionadas sino también a otras del sector. Así conformados, cada complejo
sería un testimonio ejemplar de lo que puede lograrse mediante la
racionalidad económica del sector, llegando a perfilarse como un punto de
referencia capaz de atraer e integrar otras experiencias, o de ser replicado
por iniciativas similares.

b) La creación de varias organizaciones de integración y representación
social, que en la forma de asociaciones gremiales, cooperativas y redes de
coordinación, integren un número creciente de unidades de base y unifiquen
sus fuerzas tras el logro de objetivos, conquistas y reivindicaciones de
interés para todo el sector. Tales organizaciones suelen constituirse
inicialmente por las unidades y organizaciones que con mayor conciencia y
coherencia práctica, desarrollan sus actividades económicas según las formas
y proyectos de la economía de solidaridad y trabajo.

c) El paso hacia un nuevo tipo de relaciones entre las unidades económicas
de base y las instituciones que las apoyan con servicios profesionales.
Estas nuevas relaciones debieran implicar un compromiso más directo de las
instituciones de apoyo con las organizaciones de base, la adopción de
criterios internos de organización y funcionamiento coherentes con los de la
economía de solidaridad y trabajo, el pleno respeto y servicio a la
autonomía de las experiencias populares, un compromiso vivencial con su
destino y desarrollo, y la aceptación de la participación directa de los
beneficiartios en la definición de las políticas, criterios y actividades a
realizar.

d) La elaboración de programas de desarrollo articulados por grupos de
organizaciones que por afinidad operacional y/o proximidad territorial,
puedan fijarse objetivos y acciones de corto, mediano y largo plazo a
realizar en conjunto. La multiplicación de programas de esas
características, junto con favorecer la operación de cada uno de sus
participantes, irá generando conciencia de identidad y pertenencia al
sector, y fortaleciendo la convicción de que mediante la acción asociativa
es posible alcanzar logros de creciente envergadura.

e) El desarrollo de un sistema de formación y capacitación, con cursos,
seminarios y talleres de distinto nivel, destinados a la preparación
teórica, técnica y metodológica de animadores y promotores, de dirigentes y
gestores, y de trabajadores e integrantes de las unidades de base y de los
organismos de integración del sector. La gestación de una amplia capa de
personas vinculadas y participantes en el proceso práctico, provistas de una
sólida formación que los habilite para desarrollar pensamiento e iniciativas
nuevas, es un momento indispensable y decisivo en la gestación de cualquier
movimiento social.

En este sentido vale hacer referencia a una reflexión de A. Gramsci sobre
los movimientos sociales, que me parece muy sugerente para pensar el tercer
sector y proyectar su desarrollo. Gramsci señala que todo movimiento social
con perspectiva histórica requiere desarrollar tres elementos fundamentales:

a) Un elemento "práctico", social, consistente en un vasto conjunto de
personas y grupos de base, que se forma a partir de, y responde a,
necesidades reales, no puramente coyuntural sino correspondiente a
condiciones estructurales de la sociedad.

b) Un elemento "teórico", cultural, consistente en un cuerpo de pensamiento
riguroso y amplio, en una ideología abierta, en un acerbo de ideas
científicas, en un conjunto de expresiones artísticas, que expresen la
realidad actual y potencial del elemento "práctico", y que lo potencien
conduciéndolo a su unidad y coherencia en torno a un proyecto común.

c) Un elemento "organizativo", constituido por una capa de los que llama
intelectuales "orgánicos", esto es, personas que conocen en profundidad el
mencionado elemento "teórico" y que están en contacto directo con el
elemento "práctico", efectuando la mediación entre ambos. Por un lado,
participan en la difusión y aplicación del componente teórico y cultural
entre las bases sociales del sector, y por otro, contribuyen a enriquecer y
desarrollar el elemento cultural y teórico en base a las exigencias y
requerimientos que provienen del elemento social.

Pues bien, si aplicamos estos conceptos al análisis de lo que existe en
América Latina como "tercer sector" y de lo que está pendiente para su
constitución como actor o movimiento social, podemos decir, ante todo, que
el elemento social o "práctico" existe extendidamente en América Latina en
las diferentes modalidades que enumeramos anteriormente como potenciales
participantes del tercer sector. El elemento "teórico" también existe,
aunque parcial y en proceso de elaboración y desarrollo, en la forma de una
multitud de elaboraciones conceptuales en términos de economía de
solidaridad, desarrollo a escala humana, economía social, desarrollo local,
etc.; es necesario sin duda continuar estas búsquedas y producir nuevos
conocimientos, y sobre todo integrar muchas elaboraciones dispersas. Y sobre
todo es necesario que lo que está en los libros y en la conciencia de pocos,
sea difundido, conocido, estudiado y enriquecido, para que cumpla
eficazmente su importante función. Pero es el elemento "organizativo" el más
débil y menos desarrollado, siendo entonces aquél sobre el cual convendría
enfatizar en esta fase el quehacer de quienes nos sentimos convocados a un
proceso constituyente del tercer sector. Caben aquí múltiples iniciativas de
formación y capacitación, de encuentro e intercambio de experiencias, de
elaboración de metodologías y contenidos, de puesta en red y de creación de
organizaciones, que pueden ser desplegadas desde múltiples centros.

*Presentación realizada en el "II Encuentro de la Red Latinoamericana y del
Caribe de la Sociedad Internacional de Investigación del Tercer Sector:
Hacia un Desarrollo con Ciudadanía", Santiago de Chile, septiembre de 1999.


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Publicación de Fundación UNIDA
Año 1 Número 11
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Fuente:
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